Edith Wharton (nacida Newbold Jones en Nueva York, EEUU, en 1862 y muerta en Saint-Brice, Seine-et-Marne, Francia, en 1937).
Perteneciente a una acomodada familia de la alta burguesía norteamericana, recibió una esmerada educación que pronto la llevó a la literatura. Un noviazgo fracasado en su juventud y un matrimonio desastroso, roto en 1913, la condujeron, tras 28 años de agonía matrimonial, a diversos episodios depresivos.
Pasó varios años en París, donde trató a André Gide y a Jean Cocteau, y durante toda su vida cultivó la admiración y la amistad de Henry James.
Su implicación humanitaria en la Primera Guerra Mundial hizo que el gobierno francés le concediera la Legión de Honor en 1916.
En 1920, “The age of innocence” obtuvo el premio Pulitzer, siendo la primera mujer a la que se le concedía. En 1923 fue nombrada doctor “honoris causa” por la universidad de Yale.
Escribió más de cuarenta libros, además de obras sobre decoración y jardinería, poemas, artículos y críticas. Sus temas más recurrentes reflexionan sobre la vida de las aburridas clases altas neoyorquinas, el papel de la mujer en su tiempo, las consecuencias aplastantes del progreso creciente y el conflicto entre las aspiraciones personales y la insoportable presión social, todo ello tratado de un modo particularmente refinado, crítico e incluso irónico.
Se la consideraba poco moderna por no acatar todos los dictados del feminismo militante y estuvo poco valorada durante unos años, pero en nuestros días comienza a conseguir nueva popularidad, en parte gracias a la versión cinematográfica de “La edad de la inocencia”, que Scorsese filmó en 1993.
Aparte de la citada, publicó otras novelas de éxito:
“The house of Myrth”, 1905
“Etham Frome”, 1911
“Fighting France: from Dunkerke to Belfort”, 1916
“A backward glance”, 1934 (autobiografía)
Aquí se recomienda especialmente la cortísima y deliciosa “El vicio de la lectura” (The vice of reading), artículo publicado en el North American Review en 1903.
Hace tiempo adquirí un ejemplar diminuto de esta joyita literaria, editada en la curiosa Olañeta, cuyos libros frecuento desde hace muchos años, en los tiempos en que mi amiga Carmen Bravo Villasante publicaba cosas allí.
Por supuesto, el breve alegato de la escritora norteamericana me entusiasmó –por su sencilla lucidez y su agudeza– tan ajena de las ampulosas pero inconsistentes ideas sobre la lectura, que han venido circulando por nuestro país en los últimos 30 años y han conseguido que el número de lectores decrezca en realidad.
Dado su tamaño reducido y su precio discreto se me ocurrió que podía convertirse en un regalo apropiado, ya que las fiestas de Navidad se aproximaban. En la librería donde lo había adquirido encargué 20 ejemplares. Un mes después, como no recibiera ninguna noticia suya, me pasé por allí y descubrí que los atareados libreros, ¡ay!, habían extraviado la nota y olvidado mi pedido. Nunca les pasa, me aseguraron, pero esa vez había pasado.
Decidí entonces conseguir el teléfono de la editorial y solicitarlos allí, pero ellos me dijeron que no estaban autorizados por los distribuidores a vender sus libros directamente.
Ya algo mosqueado, traté de localizar al distribuidor, quien me dijo que pidiera los 20 ejemplares en mi librería habitual.
Cerrado el círculo sin ningún resultado pensé: “¿quién de los tres será el culpable?”, y también, “¿qué ocurre con la circulación de los libros ‘vivos’ en España?, ¿por qué obtener libros antiguos es más sencillo?”
En fin, que regalé a mis amigos unos calendarios japoneses, mucho más fáciles de conseguir, pues las Navidades se echaban encima. Ahora espero ansioso a que descataloguen “El vicio de la lectura” de Edith Wharton para poder comprarlo a mitad de precio en una librería de viejo.
Libreros, editores, distribuidores… esclavos de las novedades.
Para lectores impacientes, la obra de Edith Wharton ya se encuentra en dominio público. Pueden empezar por aquí (en inglés):
http://www.gutenberg.org/ebooks/author/104
Y también:
http://edithwhartonsociety.wordpress.com/
Donde puedes encontrar «the Vice of Reading».
Y para compensar la lectura digital con la tipografía original de 1903 se puede ir aquí:
http://www.jstor.org/stable/pdfplus/25119460.pdf?acceptTC=true&jpdConfirm=true