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Preámbulo

En el catálogo de una exposición que se exhibía en La Casa Encendida, entre el 2 de octubre de 2014 y el 11 de enero de 2015, llamada Metamorfosis, visiones fantásticas de Starewitch, Svankmajer y los hermanos Quay, me encontré con un texto que me sorprendió y maravilló: se trataba del Decálogo del checo Jan Svankmajer (1934), ingenioso cineasta, notable artista plástico, creador de universos mágicos y coleccionista de objetos sugerentes.

Sus ideas me provocaron una inexplicable emoción y, arrebatado por ella, me puse a escribir desordenadamente, sin poder evitar mezclar lo leído y lo que sugería la lectura.

A los que ya conocen el Decálogo de Svankmajer, ver sus ideas revueltas con las mías pudiera extrañarles.

Les ruego que me disculpen pensando, como yo mismo, que acaso al propio Svankmajer no le desagradaría del todo la extraña poción resultante. En cuanto a los que no conozcan el Decálogo previamente, estas páginas tendrán para ellos sentido en sí mismas.

He decidido llamarlas:

Consejos para jóvenes artistas

Se los dedico, en primer lugar, a quien me los ha inspirado: Jan Svankmajer.

En segundo, a Elena, Noemí, Mariluz, Ester, Manuel, Juanvi, Pablo, Antonio, Raúl, Álvaro, Tomás…, esa especie de hijos espirituales que he ido encontrando en los dieciocho años que perdí dando clase en una universidad estúpida, donde apenas se conseguía enseñar algo, a costa del agotamiento de quien lo intentaba.

En tercer lugar, se lo ofrezco a los demás jóvenes creadores –conocidos o no– que puedan sentir curiosidad por estas raras reflexiones, producto de las dilatadas experiencias de dos ancianos inconformistas muy alejados entre sí.

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¿Verdad?

La realidad es muy engañosa y la verdad muy volátil. Por lo tanto, miente todo lo que puedas en tu obra y transgrede a fondo los límites de lo real en tu trabajo artístico.

El cerebro humano posee una función específica para responder, automáticamente, a las incógnitas que se le plantean y no puede tranquilizarse hasta que las resuelve. Así, las personas tenemos una tendencia natural a creernos las cosas más inverosímiles.

Ese impulso mantiene el sufismo, el faquirismo, la santería o cualquier otro tipo de iluminación… y, en última instancia, da de comer a miles de magos, videntes y charlatanes de todas clases, en las televisiones de todo el planeta.

Un artista no deja de ser parecido a uno de esos magos, videntes y charlatanes. De modo que relájate con respecto a la verdad. El engaño es casi el único poder que tienes. No te han dejado otro. Así es que utilízalo sin complejos. Tu obra te lo agradecerá y las gentes, a la larga, también.

Aunque, eso sí, procura que el truco se note lo menos posible.

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Realidad

Suponemos que la realidad ha de ser bastante rígida para un sociólogo, un psicólogo o un psiquiatra, que se pasan la vida reinterpretándola, al por menor, en su minúsculo provecho.

Sin duda será algo más flexible para nuestros dirigentes que, habitualmente, tratan de hacer pasar por grandes realidades actuaciones o situaciones enanas, además de escandalosamente irreales.

Pero para un artista –o un mago– la realidad debiera ser blanda como la cera y divertida como un juego, cuyas reglas podría –y debería– alterar como le diera la gana, a base de ficción, para crear nuevas realidades lúdicas que sorprendieran, entretuvieran y deleitaran.

Si nuestros políticos fueran inteligentes elegirían para asesorarles a artistas –o magos– en vez de sociólogos, psicólogos y psiquiatras.

Las cosas no irían mejor, pero acaso resultaran menos ramplonas.

En otros tiempos fue así: al duque de Milán lo asesoraba Leonardo da Vinci y el Dux veneciano se dejaba aconsejar por Vivaldi… ¡menuda diferencia!

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Irrealidad

Cuanto más alto sea el grado de fantasía que alcance la acción que pretendes crear, más realista deberás ser en el detalle, dice Svankmajer, quizás pensando en cualquiera de los magistrales relatos de su antiguo compatriota, Franz Kafka, todo un experto en esta técnica narrativa.

Él dice también que no temas ser pesado con los detalles, pero yo soy menos radical, matizaría que hasta el propio Kafka llega a ser pesado, en determinados momentos, y considero que no hay derecho a cansar al público.

Nuestro público es incluso más sagrado que el propio Kafka, por tonto que pueda parecer en ocasiones.

En cuanto a ti, sé todo lo ecléctico que seas capaz de ser, pero también abusa todo lo posible de tu fantasía.

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Imaginación

Juega habitualmente a intercambiar sueño y vigilia, a trasponer lo que es y lo que no es.

La imaginación es el mejor de los dones que poseemos los mortales y cuanto más desenfrenada y salvaje sea la nuestra, tanto mejor para nosotros.

Mucha gente le tiene miedo, y la comprendo, porque la imaginación representa un enorme poder.

Nos hace crecer.

Es la imaginación –no el trabajo– lo que ha hecho al hombre más humano. Así es que cuídala como oro en paño.

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Inteligencia

La inteligencia no es lo mejor que tienes. Quizás sea incluso lo peor. Por ella serás envidiado y a menudo también incomprendido, aparte de que puede volverse contra ti convirtiéndose en un mal enemigo.

–¿Qué hacer entonces, maestro, con semejante enfermedad?

Únicamente aprovecharla. El mal de la inteligencia se cura con más de lo mismo.

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Mediocridad

Aunque casi nunca lo mencionen, los mediocres aborrecen la imaginación. Les produce un desasosiego insoportable, una especie de sarpullido, y por eso tienden a rechazarla de plano, utilizando cualquier subterfugio.

Con la inteligencia pueden transigir algo más, aunque tampoco les interesa demasiado, pero odian especialmente los frutos de la imaginación, que se les antojan venenosos.

Personalmente, creo que ella es lo que más distingue a los que tenemos alma de los que no la tienen, que son muchos.

Poseer imaginación –y encima tratar de vivir de ella– es un verdadero tesoro para nosotros, por el que siempre debíamos estar dando gracias al universo.

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Subversión

La imaginación es subversiva porque contrapone lo posible a lo real, dice también Svankmajer.

Uno de los lemas del mitificado mayo del 68 parisino era: La imaginación al poder.

Desde luego, no hay cosa que el poder odie más. Ciertamente, en nuestro mundo, el estado se ha vuelto tan aplastante, tan terrorista y, sobre todo, tan bobo, que la imaginación debiera bastar para subvertirlo por completo.

¿Cómo es que no se ha conseguido todavía? ¿Es posible que los artistas no hayamos encontrado la fórmula? Poseyendo la sal de la tierra, ¿cómo es que no sabemos utilizarla?

No le veo fácil solución.

Reflexionemos sobre ello.

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Especialización

Persigue la poesía, es el mejor invento de los hombres, pero no te hagas solo poeta; aprende a dibujar, te será de gran ayuda, pero no te conviertas únicamente en dibujante; juega a actuar, se trata de un gran juego, pero no te dediques a ser actor.

Si te resulta posible, no llegues a ser profesional de nada, sino aprendiz de todo.

El oficio es enemigo de la inspiración. Toda maestría está conectada con cierta frialdad y el arte precisa, en cambio, grandes cantidades de calidez para desarrollarse.

Claro que una cierta maestría parece un arma invencible, pero no tengamos prisa en adquirirla, mejor que nos la regale la edad.

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Emociones

La emoción es el caldo de cultivo donde florecen las artes. Las ideas pueden cambiarse con facilidad, pero las emociones son prácticamente inamovibles. Nada más tumultuoso, confuso, caótico y a la vez prolífico, exultante y liberador que ellas.

Por eso, lo primero que hicieron las antiguas tres religiones del libro fue codificar las emociones humanas, es decir, desbravarlas, incluso desvitalizarlas.

Los estados han hecho lo mismo: tratar de legalizarlas. Solo una pequeña ley separa al pecado nefando del matrimonio gay, pero el pecado representa toda la libido, es decir, un océano de placer. En cuanto al matrimonio, pues bueno, está bien, se trata de algo práctico, ¿no? Esa es la diferencia.

Tú, como creador, trata de abrir la caja de Pandora de tus emociones más recónditas cuando pienses en lo que quieres hacer.

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Originalidad

Borges refería que los siete sabios de Grecia se reunieron para encontrar una historia nueva, que no se hubiera escrito jamás. Estuvieron siete años discutiendo… y no la hallaron.

No existe nada original bajo el sol. Nuestro único consuelo es que todo se puede recrear de otra manera.

Romeo y Julieta lleva cinco siglos contándose de distintos modos y solo de Cenicienta hay catalogadas más de seiscientas versiones.

Pretender ser original es una tontería típicamente contemporánea, propia de gente sin demasiada cultura. No vayas por ahí.

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Ideas

Una idea –por magnífica que sea– no es nunca suficiente para justificar el trabajo inmenso que supone hacer una auténtica obra de arte.

Crear no puede ser ir titubeando de una idea a otra.

Las ideas son parte del proceso de invención. Afloran en el momento en que te has sumergido en el tema que quieres abordar, viviéndolo plenamente. Únicamente entonces, cuando el tema está bien interiorizado y planificado, aparecen las verdaderas ideas, en ocasiones, salvadoras.

Y no tengas miedo a improvisar, suele dar muy buenos resultados, sobre todo cuando improvisas sobre algo estudiado anteriormente y ya sabido.

Recapitulando: emoción, inspiración, planificación, improvisación… y, claro, ideas apropiadas, son los ladrillos con los que empezar a construir tu obra. No son los únicos, pero son importantes.

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Dicotomías

¿Eres clásico o romántico?

¿Apolíneo o dionisiaco?

¿Carne o pescado?

¿Café o té?

La vida jamás está dividida en dos polos únicamente. Solo entre los malos periodistas y en las películas estadounidenses se plantean dicotomías de esta clase, tan apropiadas para instigar discordias.

No hay que pasarse la vida decidiendo –como si estuvieras permanentemente en el supermercado o con el mando de la tele en la mano–, cuando no saber qué hacer puede llegar a ser tan estimulante.

Que no se te ocurra nada resulta de lo más natural.

Es posible vivir sin objetivos. Incluso puede que así vivas mejor que cuando estás sobrecargado de ellos.

No decidir nada es igual que decidirlo todo: una gran opción.

En la vida nos espera un enorme tesoro de ambigüedad si somos capaces de verlo.

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Elegancia

La elegancia, fundamental en determinadas creaciones, es dificilísima de enseñar, incluso muy mala de aprender. Cuesta mucho perseguirla.

Consiste en hacer lo menos posible: menos es más, como decía Mies Van der Rohe, sin duda inspirándose en los artistas zen orientales.

Ser elegante es ser escueto, simple, eficaz, contundente, nunca redundante, y mucho menos vacío. Ser elegante es insinuar más que decir. Luchar contra el adorno, rechazar el capricho y, por supuesto, huir hasta de la más leve afectación.

¿Qué podrías quitarle a eso que acabas de terminar?

Suprimir es, al principio, un ejercicio fatigoso, pero cuando lo dominas proporciona muchas alegrías.

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Intimidad

No busques inspiración en lo que pasa en el mundo. Todo lo que te cuentan sobre eso está, en todas partes, asquerosamente manipulado por tus peores enemigos.

Mira en lo que te pasa a ti. Escudriña lo más íntimo de lo que sientes. Bucea en los oscuros abismos de tu infancia. Métete en las cuevas donde viven tus miedos. Piérdete en los desiertos de tus ansiedades y tus obsesiones.

Aparte de lo que hay dentro de ti no tienes gran cosa.

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Excelencia

Únicamente tú, artista –después de dedicarle al violín desde los tres a los treinta años–, puedes hablarme de excelencia, algo ajeno a cualquier burocracia pedagógica, lejano de cualquier instancia oficial.

La excelencia es algo muy tuyo, que solo depende de tu desordenada y absorbente curiosidad, tu desmedida pasión, tu insobornable amor a lo perfecto.

Si estás tan interesado en algo que no te importa el tiempo que le dedicas ni cuánto te pagan, si hasta cuando descansas no puedes evitar seguir pensando en ello, si incluso dormido lo sueñas, estás en plena ruta de la espinosa excelencia.

Tal vez algún día, si eres muy tenaz, verás recompensados todos tus desvelos y llegará el mágico momento en que la obra bien hecha se recueste en tus brazos y te bese amorosamente.

Se trata de un momento que no tiene igual.

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Géneros

No cultives sistemáticamente lo policiaco, ni lo histórico, ni el terror, ni el amor siquiera… Si puedes, huye de los géneros como de la peste. Les encantan a los “comerciales”, pero son basura para los creadores, porque, además, generan un infinito aburrimiento.

Persigue en cambio lo inclasificable, lo inefable, lo raro; procura ser rabiosamente personal. El público acabará entendiéndolo, aunque se sorprenda al principio.

Todos tendemos a imitar, pero tú resístete. Que en lo que hagas haya de todo: placer y dolor, cielo e infierno, mundo, demonio, carne… como suele haber en la vida; una mezcla heterogénea e imprevista.

No te limites por tu cuenta, ya te limitarán los intermediarios que venden lo que haces. O el público que lo compra. Tú trata de ser lo más universal que te permitan, como solían los artistas de hace más de doscientos años. La homogeneización es un mal de hoy, un producto del estúpido marketing en el que chapoteamos y que está acabando con nuestro planeta.

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Sentidos

Desconfía de tus ojos, ven demasiadas cosas y están algo cansados y corrompidos por eso.

Hazle caso, también, al resto de tu cuerpo: el oído, el olfato, el gusto, el tacto… transmiten sensaciones más abstractas, incluso imprevisibles.

¿A qué suena lo que ves en este momento? ¿Cómo sabe el número nueve? ¿Qué sentirías si acariciaras la luna? ¿Cómo huele la oscuridad?

Huye, en general, de lo que sabes, investiga en lo que ignoras.

No camines por sendas trilladas, atrévete a transitar por lo desconocido. Eso sí, después de haberlo estudiado a conciencia.

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Infancia

No seas tan adulto como la mayoría de la gente. Escucha con atención al niño que continúa viviendo en tu interior. Crecer es civilizarse, algo útil para cualquier sociedad, pero no tan valioso para sus individuos y prácticamente despreciable para los creadores, que acostumbran a ser unos individuos particularmente salvajes, en el mejor de los casos.

Todos los procesos educativos que he conocido están basadas, más o menos, en asesinar al niño que fuiste, a menudo de manera violenta…

Pero los niños, por fortuna acaso, resultan extraordinariamente resistentes.

Es probable que la mayoría solo se hayan hecho los muertos durante demasiado tiempo, pero, en definitiva, continúen ahí, en nuestros respectivos corazones, agazapados como animalillos. Procuremos despertarlos, dulce y suavemente.

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Explotación

La infancia raramente se queja de las cosas duras de verdad que le ocurren, por eso se abusa de ella en todas partes y de todas las maneras posibles.

Se les lleva a las guerras o a las minas de coltan y hay toda una industria turística basada en la prostitución infantil… Los niños lo aguantan todo.

Los artistas también.

Ahora bien, por más infantil que te sientas no aguantes tanto a tus editores, galeristas, productores, directivos… revélate. Todos esos energúmenos respetan más a los que se revelan. Pero si no eres capaz de hacerlo, al menos no les comprendas. No es necesario comprender a quienes nos explotan. Ellos jamás nos entendieron y les va estupendamente.

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Estilo

Si tu obra no es capaz de trascender el estilo en el que está hecha, estás perdido.

El estilo es solo la superficie de lo que creas. Apenas el traje que viste lo que inventas. Es lo primero que verán los que miren con poca atención, y acaso lo único que consiga ver la mayoría. Decir que Beethoven es un clásico no es decir nada de Beethoven.

Ten cuidado con los organigramas, las categorías, las maneras de hacer. En general, son poco más que una trampa para artistas tontos, aparte de servir para muy poco.

Lo más hermoso de la vida no se puede clasificar ni pesar ni medir ni contar… por fortuna.

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Fama

El éxito o la difusión que alcance tu obra no siempre dependerá de su calidad.

Grandes composiciones cosecharon rotundos éxitos, pero también trabajos endebles, incluso vanos, alcanzaron tanto renombre como si fueran magistrales.

Existen además –y eso puede ser maravilloso para nosotros– producciones deslumbrantes, de los antiguos, que permanecen por completo olvidadas.

El público, ese ser inconmensurable y omnipotente, es también inconstante y frívolo. No debiera ser nunca tu única referencia.

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Moda

No sigas ninguna moda. Trata, si acaso, de inventarte una lo más personal que puedas.

Siempre es más satisfactorio que te imiten que imitar tú las directrices –más o menos dictatoriales– de los demás. El mundo está lleno de posibilidades que están esperando que tú las reinterpretes convirtiéndolas en algo íntimo.

De lo único que hay que huir es de ir por la vida disfrazado de artista.

Visita una Escuela de Arte y mira lo que ves allí. Así es como no tienes que ir vestido jamás.

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Familia

La familia muy pocas veces resulta benéfica para el creador. O le oprime aquella de la que proviene o le asfixia aquella que él mismo ha creado.

Existen honrosas excepciones, luminosas incluso, pero la regla es catastrófica.

No hay más que repasar la biografía de las grandes mujeres y hombres de la historia de las artes para comprender que acaso exista una maldición de manifiesta incompatibilidad entre los artistas, sus progenitores, sus parejas o su descendencia.

Habría que meditar mucho antes de dar pasos irreparables, ya que no hay soledad más espantosa que aquella que se produce en compañía.

Consejos__24XXIV

Madurez

Algunas de las disciplinas que acostumbramos a perseguir los que trabajamos con las artes requieren toda una vida para rendir frutos verdaderamente significativos.

Los que murieron muy jóvenes dejando una obra redonda, imperecedera –no te dejes engañar, pues se dicen sobre esto muchas necedades– son menos del uno por cien.

En cambio, una gran mayoría de los grandes llegaron a viejos lamentándose de que les faltara tiempo para hacer todo lo que se proponían.

Si ya has conseguido ver la juventud como una crisis pasajera, no lo lamentes, saber madurar también es necesario.

Consejos__25XXV

Autoterapia

El mejor empleo para tu creatividad quizás fuera el que pudieras llegar a convertirla en terapéutica. Trata, siempre que sea posible, de que tu obra te alivie de penas y miserias.

Así acaso consigas también que llegue a aliviar a los demás. Pienso ahora en Alejandro Jodorowsky, fabuloso en ese sentido y al que me gustaría parecerme.

Si entiendes la creación como una permanente liberación, a lo mejor ni te preocupa si ganas poco o mucho dinero con ella. ¿O tal vez ganarías más si te liberaras más completamente?

Pruébalo. No cuesta nada.

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Dinero

El dinero es impredecible, lo mismo que la fama, y se mueve entre las artes alocada y aleatoriamente. Jamás cumple las reglas que pregonan los que lo manejan: no te dejes engañar.

Hay éxitos universales, atemporales, cuyos autores vivieron y murieron en la más negra miseria. Y también mezquinas obrillas que hicieron millonarios a sus creadores.

Ciertamente, nuestras profesiones, que requieren talento y un esfuerzo sobrehumano, paradójicamente parecen regidas en todas partes por designios repugnantes, injustos por naturaleza, de modo que no las elijas nunca por razones económicas. Es muy improbable que te hagas rico siendo artista.

Aunque, claro, si te toca esa caprichosa lotería, acéptala con benevolencia, sin atormentarte ni un instante por si la mereces o no.

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Concursos

Toda competición es un arma de doble filo.

Por eso puede que los concursos no sean, ni mucho menos, el mejor método para encontrar grandes obras de arte, pues lo subjetivo de sus reglas hace que casi nunca resulten justos y, a menudo, puedan llegar a ser altamente frustrantes para el creador. Sin embargo, los arquitectos, acostumbrados desde siempre a competir, acaso sean los artistas más completos que conozco.

Si sientes que necesitas mejorar, entabla una constante competición contigo mismo y mantenla hasta el día de tu muerte.

Solo así alcanzarás cierta grandeza, porque en el arte la exigencia es lo único que produce frutos, y cuanto más brutal sea, mejor.

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Transgresión

El peor de los errores es una obra de tesis. Huye de las posturas maniqueas, abomina de cualquier forma de dogmatismo.

No hay libros sagrados y los que se llaman así fueron creados por fanáticos, para oprimir a otros hombres o aprovecharse, materialmente, de ellos. Por fortuna, ninguna clase de moral tiene nada que ver con el arte.

El arte es en esencia amoral. Quien diga otra cosa miente. Una obra puede ser hasta malvada y cruel, si es preciso. Hasta repugnante, si no hubiera otro remedio para que resultara expresiva.

Claro que eso tampoco te autoriza a que te recrees en repugnancias, crueldades o maldades que ya nos abruman bastante en la vida real. Sé siempre cuidadoso con los extremos, pero nunca seas un artista moral. Resulta ridículo.

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Contradicciones

Durante mi juventud me acusaron de ser insoportablemente contradictorio y ahora noto que ya no se atreven, solo por la edad que tengo. Luego se sorprenden de lo creativo que puedo llegar a ser.

Si no sabes ver la cara y la cruz de la misma moneda casi no hay invención posible. Es más, de los grandes despropósitos surgen los grandes inventos artísticos. ¿Quién es don Quijote?: el loco que pretende arreglar un mundo que ha perdido la razón.

Las obras maestras están repletas de contrasentidos.

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Normas

El hecho de que esté escribiendo estos consejos no quiere decir que los siga siempre ni que, cuando decido seguirlos, lo haga al pie de la letra ni de un modo plenamente consciente.

Estas especie de conclusiones no precedieron a mi propia creación sino que se han generado después de ella.

Cualquier mandamiento existe para ser infringido, pero solo hay una norma cuya infracción es devastadora para cualquier creador: nunca pongas lo que inventes al servicio de otra cosa que no sea la libertad. La tuya primero y la del resto del mundo después.

 

Navidad de 2014